Carrera por la emancipación de las mujeres
- Trabajo Social y Grupos Vulnerables

- 5 abr 2022
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Actualizado: 21 jun 2022
Distintos son los momentos que han marcado la historia de la humanidad, la Ilustración, por ejemplo, fue un movimiento cultural e intelectual que implicó el desarrollo científico y tecnológico a mediados del siglo XVIII en el que se cuestionaba el cristianismo y se promovía la racionalidad, la objetividad y la instrumentación de la época, y que, desembocó finalmente en la Revolución Francesa, hecho que significó la transición hacia estructuras sociales más justas, al exigir la libertad y priorizar la fraternidad del pueblo (Mayos, 2007; Varela 2005; Trevilla & Peña, 2020).
No obstante, estos cambios sociales no se extendieron a las mujeres, sino que estuvieron centrados en el hombre como sujeto político y en sus derechos, el nuevo estado revolucionario, por ejemplo, pregonaba la igualdad universal, pero dejaba sin derechos civiles y políticos a las mujeres. A pesar de que su participación en la revolución había sido activa al tomar las armas, pronto se comprobó que los ciudadanos de la nueva República no estaban dispuestos a reconocerles otra función que la de esposas y madres, negándoles derechos políticos, civiles, laborales, incluso, el derecho a la educación (Duhet, 1974:44; De Miguel, 2011).
Es a partir de este momento que la lucha de las mujeres comienza a tener objetivos definidos ligados a alcanzar la igualdad de derechos frente al hombre.
Olimpia De Gouges, publica la “Declaración de la Mujer y la Ciudadanía” en 1791 como una respuesta directa a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano que había dejado fuera a las mujeres de la época, en la que afirmaba la necesidad de reformar la limitación de los derechos naturales de las mujeres (Duhet, 1974; Gamba, 2007). Mary Wollstonecraft en “Vindicación de los derechos de la mujer”, criticaba la educación que recibían las mujeres de la época, sosteniendo que la misma educación para hombres y mujeres daría lugar a la igualdad de los sexos, exigiéndole al Estado Revolucionario que garantizara un sistema nacional de enseñanza gratuita en igualdad de sexos que permitiera a las mujeres su autonomía e independencia. Plantea por primera vez el derecho al divorcio como libre decisión de los cónyuges (Wollstonecraft, 1792).
Si bien sus consignas fueron descartadas por el gobierno de la época, estas dos mujeres encendieron la llama para los futuros movimientos de mujeres en pro de sus derechos civiles y políticos en todo el mundo.
Fue en 1917 que las sufragistas organizadas lograron el derecho al voto en Inglaterra (Trevilla & Peña, 2020: 304). Durante el movimiento sufragista, el discurso estuvo orientado al reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres, así, en 1903, se crean el Partido Laborista Independiente, la Unión Social y Política de las Mujeres y el periódico The Suffragette, encabezados por Emmeline Pankhurst (De las Heras, 2009: 53; González, 2017: 109), sentando las bases para que años más tarde, específicamente después de la segunda guerra mundial, se concretara el reconocimiento del derecho al voto de la mujer en la mayoría de los países de todo el mundo, marcando un precedente histórico en el movimiento colectivo de lucha por la emancipación de las mujeres, que hoy conocemos como feminismo.
Finalmente, a finales de los años sesenta, en Europa y Estados Unidos, con la incorporación de las mujeres a las universidades, surge el feminismo contemporáneo, abordando nuevas problemáticas sociales y se modifica la escala de valores (González, 2017: 109; Blazquez, 2012: 21) el discurso estaba basado ahora en la redefinición del concepto patriarcado y de las desigualdades y discriminaciones derivadas del sistema sexo-género, injusticias impuestas por la cultura y no por naturaleza a través de los estereotipos de género, etapa caracterizada por el lema “Lo personal es lo político” que hace referencia a la amplia restricción que la cultura y la sociedad han impuesto sobre las mujeres confinándolas a las labores domésticas, centrando la atención en las causas que originaron la opresión misma, el patriarcado (De Miguel, 2011: 22).

Referencias:
Blazquez, N. (2012). “Epistemología feminista: temas centrales”. En N. Blazquez, F.
Flores, & M. Ríos, Investigación feminista. Epistemología, metodología y representaciones
sociales, 407. México, DF: UNAM, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades: Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias:
Facultad de Psicología.
De las Heras, S. (2009). “Una aproximación a las teorías feministas”. Revista de
Filosofía, Derecho y Política, 45-82
De Miguel, A. (2011). “Los feminismos a través de la historia”. Mujeres en Red. El
Periódico Feminista, agosto, pp. 2-39.
Duhet, P. (1974). Las mujeres y la revolución (1789-1794). Barcelona: Península.
Gamba, S. (2007). “Feminismo: Historia y corrientes”. En S. Gamba, & T. Díaz, Diccionario
de estudios de género y feminismos. Bilbao: Editorial Bilbao. 387
González, M. I. & Pérez, E. (2002). “Ciencia, tecnología y género”. Revista Iberoamericana
de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación. 2, 1-19.
Mayos, G. (2007). La Ilustración. Barcelona: MEDIAactive, S.L.
Trevilla Espinal, D., & Peña Ascona, I. (2020). Socioambientales, “Ciencia y feminismo
desde el cuerpo-territorio en los estudios”. Géneros, 301-322.
Varela, N. (2005). “Feminismo para principiantes”. En M. Vargas, De testigos modestos
y puntos cero de observación: Las incómodas intersecciones entre ciencia y
colonialidad, 73-94. Barcelona: Tabula Rasa.
Wollstonecraft, M. (1792). Vindicación de los derechos de la mujer. Editorial Cátedra-
lnstituto de la Mujer. Madrid.
Para más información:
Escalera, L., y Amador, S. (2021). Feminismo y su aportación a la ciencia y la tecnología. En M. García, Género, Derecho y Tecnología (1era ed., pp. 112-130). Thomson Reuters.


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